Salto, en esa época, superadas las guerras civiles, era una ciudad que se extendía y progresaba.
Se habían adoquinado sus calles, construido avenidas, tendidos puentes, pero faltaba un lugar para recreo y solaz de su población. Solamente las plazas céntricas cumplían este cometido. Gozar de la naturaleza en amplitud era una aspiración siempre presente en todos, pero una meta que resultaba inalcanzable.
Don Benito que había sido gobernante de la ciudad en más de una oportunidad y que había observado, en sus viajes, como las ciudades europeas incorporaban áreas verdes en su trama urbana, era consiente de esta carencia en Salto y le preocupaba.
Compra de sus tierras, permisos de construir. Inventario de plantaciones e instalaciones.